Hubo
canciones que nunca tuvieron hueco en los jukebox ni en aquellas oscuras
emisoras de radio, a pesar de que las publicaciones especializadas y el
boca-oreja las señalara como verdaderos hitos históricos e incluso como el
mejor cantable de un año determinado. Ese fue el caso, en 1975, de Qualsevol
nit pot sortir el sol,
que contó con los graves inconvenientes de ser cantada en catalán, de resultar
inclasificable y de venir firmada por un tipo raro que se hacía llamar a sí
mismo cantautor galáctico, Jaume
Sisa. Supongo que fue a través de revistas como Vibraciones o Ajoblanco como dimos con ella y su descubrimiento supuso, entre otras
revelaciones, que pudiésemos reconocer que había otras músicas en la península
que merecían ser exploradas. De hecho, al rincón nordeste solíamos acudir sólo
en busca de cantares protesta, donde el caudal era realmente fecundo, pero con
Sisa nos acercamos también a otros tipos raros de un estilo progresivo o
directamente underground. Así dimos con Pau Riba, con Oriol Tramvia, con la
Companyia Elèctrica Dharma y, algo más académicos, con Iceberg y con la
Orquesta Platería.
Sisa,
que avanzados los ochenta adoptó el heterónimo y la personalidad de Ricardo
Solfa, fue un símbolo de la contracultura catalana. Procedía del Grup de Folk y
emparentaba con la Nova Canço, hasta que electrificó su música y formó el grupo
Música Dispersa. Más tarde, como solista alimentó una discografía tan fértil
como curiosa, sin éxito comercial alguno, y colaboró con la compañía de teatro
Dagoll Dagom, de donde se puede recordar muy especialmente la Nit de Sant
Joan.
“Oh,
bienvenidos, pasad, pasad, de las tristezas haremos humo. / Mi casa es vuestra
casa, si es que hay casas de alguien”. Así repetía con su voz quebrada aquel
estribillo que tanto nos conmovió y que nos permitió asistir a una fiesta,
entre naíf y candorosa, en la que se reunían algunos de nuestros personajes de
ficción más admirados: Carpanta, King-Kong, Charlot, Moby Dick, la familia
Ulises…, todos ellos en una orgía simpática y enternecedora. Aunque lo que en
verdad importaba no era tanto aquel desfile divertido, en el que hubiéramos
sido felices seguramente, sino el camino que nos sugería para hacer de la
realidad un mundo más habitable y luminoso. Posiblemente lo mismo que en esta
actualidad nuestra casi todos deseamos y no sabemos muy bien como alcanzar. Y
por eso tal vez nos halla parecido oportuno situar en nuestro jukebox una
canción que nunca sonó en ellos y que, sin embargo, no debiera dejar de sonar
nunca. “Oh, bienvenidos, pasad, pasad, ahora ya no falta nadie, / o quizás sí,
ya me doy cuenta de que sólo faltas tú. / También puedes venir si quieres, te
esperamos, hay sitio para todos. / El tiempo no cuenta, ni el espacio,
cualquier noche puede salir el sol”.
Qualsevol
nit pot sortir el sol
se editó en 1975 y formó parte del álbum del mismo título. Sobre ella escribió
el músico y crítico Fernando González Lucini “Aquella canción, aparentemente
infantil y llena de ingenuidad, se convertiría, coincidiendo con la muerte de
Franco, en un auténtico himno a la libertad y, sobre todo, a la esperanza”. http://www.youtube.com/watch?v=pdlvAvC4Tw4
Publicado en genetikarockradio.com, 28 abril 2013
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