Algo
así hizo el Parlamento Europeo la semana pasada cuando su Presidente decidió
retirar de la votación un primer informe sobre el Tratado de Comercio e
Inversiones entre Estados Unidos y la Unión Europea (TTIP). Cuentan que se
debió al gran número de enmiendas presentadas a alguno de sus elementos más
controvertidos, pero también hay quien señala como causa la división de
opiniones en el seno de alguno de los grupos políticos y apuntan al de los
socialistas. Finalmente, otros pensamos que en ello ha influido así mismo la
creciente respuesta popular de rechazo a un tratado como poco oscuro, adverso y
poco democrático.
Desde
que se inició la negociación del Tratado, en medio del silencio mediático y de
una opacidad sospechosa, el asunto ha evolucionado entre dos polos más que
evidentes: el de quienes arriman el agua a su molino, que pretenden que se
hable de ello lo menos posible, y el de quienes lo rechazan, que se han
empeñado en hacer luz sobre el mismo como quien ilumina a un vampiro. Y en
medio los parlamentarios europeos, la Comisión Europea, los lobbys del entorno de decisión europea y los gobiernos
europeos, un conglomerado que hace tiempo desistió del europeísmo en su sentido
ético para colocarse al lado del poder posmoderno, es decir, multinacionales y
grandes entidades financieras. Ese es el contexto de la negociación y del
porqué del mutis en su primer examen.
No
es espacio esta columna para muchos detalles sobre el contenido del TTIP, que
exceden con mucho nuestros límites. Pero sí quiere sumarse al conjunto de
luminarias que buscan generar claridad para animar el conocimiento. Sólo así
tendremos criterio para situarnos ante el asunto y valorar sus consecuencias
sobre nuestras vidas de simples ciudadanos y ciudadanas. Muchas son las
materias del mismo y todas nos afectan en mayor o menor medida. Asomémonos,
pues, a alguna de las ventanas que nos informan de ello y reclamemos
participación y transparencia. Es lo mínimo que debemos hacer frente al
mutismo.
Publicado en La Nueva Crónica, 16 junio 2015
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