Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

jueves, 19 de junio de 2025

ANTONIO MONEGAL: Como el aire que respiramos


EL AUTOR

 

            Antonio Monegal es catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Pompeu Fabra. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona, se doctoró en Harvard en 1989 y ejerció la docencia en Cornell University. En 2004 comisarió, junto con Francesc Torres y José María Ridao, la exposición En guerra en el CCCB. Es autor de los libros Luis Buñuel de la literatura al cine (1993) y En los límites de la diferencia. Poesía e imagen en las vanguardias hispánicas (1998), editor de obras de García Lorca y coordinador de Política y (po)ética de las imágenes de guerra (2007). En 2023 ganó el Premio Nacional de Ensayo por Como el aire que respiramos (Acantilado, 2022) y en 2025 ha sido designado comisario de ‘España País Invitado de Honor’ en la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2025.

 

EL LIBRO

 

            ¿Qué es y para qué sirve la cultura? Más allá de definiciones simplistas e inveteradas que hacen de ella el mero producto intelectual y artístico de la elite o la manifestación de la humanidad en sentido antropológico, este ensayo pone el foco en la dimensión colectiva de los fenómenos culturales, es decir, en la relevancia social que, con independencia de consideraciones personales, nos involucra a todos, pues ¿qué sentido tiene si no nos ayuda a pensar y hacer posible un mundo mejor? Mediante un diálogo con las principales obras de referencia en la materia, Monegal interpreta la cultura como actividad intrínsecamente política e indisoluble de nuestro lugar y nuestra intervención en el mundo, pero sobre todo como bien común de primera necesidad para enfrentarnos a los retos de la existencia.

 

EL TEXTO

 

            “Los que nos dedicamos a las artes y las humanidades cultivamos un saber más o menos antiguo, polvoriento, prendas de ropa y retales en desuso para ver si, con algunos retoques y alteraciones, combinando elementos diversos, podamos volver a ponerlo de moda, producir nuevas indumentarias que puedan servir para vestirnos hoy, porque seguimos desnudos frente al mundo”.



domingo, 15 de junio de 2025

Rodrigo

            Ha fallecido Rodrigo González González, Rodri, trabajador de la Universidad de León, un ser comprometido con todas las causas justas, amigo de cuantos le hemos estimado y cascarrabias de profesión. Le recordaremos y perdurará en nosotros mientras nosotros perduremos.


            La pérdida de Rodri no es menor para la institución donde trabajó durante tantos años. Es una parte más de la memoria que se pierde y que nunca acaba de ser contada acerca de aquel momento fundacional de la universidad leonesa. Desaparecieron ya otras piezas importantes para reconstruir aquel relato, un par de rectores, varios profesores e incluso algún alumno en ejercicio en aquellos años. Sólo quedan las actas frías y notariales, pero se desvanece la intrahistoria que nunca se escribe. A mí mismo se me nublan los recuerdos de entonces y necesitaría contrastarlos con los de otros que pasaban por allí para confirmar su veracidad o no. Con Rodri ya no podrá ser. Ni con Andrés Suárez ni con Justino Burgos ni con Hilario Franco, entre otros. Y mira tú que habría cosas que contar. Cómo fueron aquellas primeras elecciones a Rector, por ejemplo, cuando hubo que enfrentarse a un veterinario militar que presidía la Gestora derivada de la Universidad de Oviedo. Cómo fue el asentamiento del campus y qué intereses económicos hubo detrás de esa decisión. Qué alianzas se establecieron entonces para equilibrar el poder natural de la Facultad de Veterinaria. Son cuestiones que siguen en el aire y que nunca se han querido esclarecer.


            En todos esos asuntos y en otros no precisamente universitarios anduvo Rodri metido, porque era él hombre de meterse en asuntos, de no ponerse de lado, de expresar su pensamiento sin ambages, a pesar de que su acracia le llevara a veces a parecer habitante exclusivo de su propio mundo. No era tal, nunca regateó esfuerzos para unirse con otros. No quedan muchos miembros de esa estirpe. Quizá por ello su muerte nos resulta más dolorosa, en cierto modo morimos con él, aunque eso no fuese de su gusto.


Publicado en La Nueva Crónica, 15 junio 2025

domingo, 8 de junio de 2025

Dulzor

            Dulzor, dulzor, dulzor… Así reza un verso del poema final del libro Tixtos de Melibea que, recitado por su autor, Luis Federico Martínez, llenaba el aire de suavidad y de deleite. Era, es, un poema de amor. Quizá sean esos, el amor y la poesía, los últimos refugios para la dulzura.

 

            Siendo más prosaicos, sin entrar necesariamente en lo mucho amargo que reina a sus anchas, lo dulce se persigue o se condena. En nombre de la salud, se hace desde la medicina. En nombre de la economía, se hace desde ciertas multinacionales. En el primer caso, el azúcar enferma. En el segundo, el azúcar no es rentable. En ambos casos, se anuncian limitaciones y es muy dudoso que el verso de cabecera cupiese en el catálogo de lo correcto en uno y otro ámbito. En el de la salud desde luego que no. Y en el de la empresa que acaba de anunciar el cierre de una de sus azucareras no parece nada oportuno. En suma, queda la poesía.

 

            Dulce y lejana voz por mi gastada, escribió García Lorca. Dulce el fuego de amor, dulce la pena, sentenció Fernando de Herrera. Dulce es la sombra donde todos se unen en una cita universal de amor, consideraba César Vallejo. ¡Oh, quién te amara, dulce vida mía, como mereces tú que yo te amara!, confesaba Lope de Vega. La dulce boca que a gustar convida, describía Luis de Góngora. De este amor infinito que me vuelve dulce y hermosa, firmaba Alfonsina Storni… Todo un inventario de dulzores inapropiados para este tiempo.

 

            Un tiempo este en el que, poemas aparte, conviene tener muy presente la memoria inmaterial de esas factorías monstruosas donde se molturaba la remolacha. Escuchar a sus obreros rememorar su historia, sus luchas y sus conquistas laborales es casi un manual poético para enfrentar el porvenir adverso. Recomendamos en tal sentido el documental “Castilla y León, un legado obrero” realizado por la Fundación Jesús Pereda de Comisiones Obreras. Se encuentra en su web y es muy útil para conocer mejor ese y otros sectores que fueron, son, tan nutritivos como la poesía.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 8 junio 2025

viernes, 6 de junio de 2025

ALEJANDRO ÁLVAREZ: No era imposible

EL AUTOR

 

            Alejandro Álvarez ha sido profesor en varios institutos de Asturias. Ha publicado, entre otros, los libros Educación y sindicalismo de clase. El Sindicato de CCOO de Enseñanza de Asturias (2009) y El médico que no quería morir (Vida y muerte de Lodario Gavela Yáñez) (2017).

 

EL LIBRO

 

            En No era imposible. Crónica del conflicto laboral en Duro Felguera 1989-1999 se relata el largo e intenso enfrentamiento de los trabajadores de la empresa asturiana Duro Felguera frente a su empresa a causa del despido de 232 empleados de la misma, planteando una resistencia sin desmayo desde 1993 hasta 1999 y logrando el triunfo de sus reivindicaciones al alcanzar finalmente una solución para todos los despedidos. Fue un conflicto laboral extraordinario que incluyó, entre otras acciones, una marcha a pie a Oviedo, otra en bicicleta a Madrid, una huelga de hambre de cinco trabajadores durante 52 días, un encierro de 318 días en la torre de la catedral de Oviedo y otro de 75 días en el Ayuntamiento de Langreo. Fue un ejemplo de lucha en defensa de los derechos laborales y los puestos de trabajo como pocos ha habido en la historia de España y de Europa.

 

EL TEXTO

 

            “…para recordar, satisfechos, que hubo un tiempo en que le echaron un pulso a una gran empresa, la Duro, y al Gobierno asturiano, y, en buena medida, les torcieron el brazo y se ganaron el derecho a una vejez digna y llena de recuerdos que los llenan de orgullo”.

 


domingo, 1 de junio de 2025

Cárceles

            La repetida mención a asuntos carcelarios en todo tipo de medios de comunicación confirma que las cárceles forman parte importante del decorado de esta edad histórica. Siempre han estado ahí, pero veníamos de un tiempo de supuesta bonanza, se hablaba menos de ello y, además, los establecimientos penitenciarios habían evolucionado a mejor. No en todas partes, ciertamente, y quizá sólo en apariencia. Pero la actual y dictada necesidad de seguridad, la difusión del caos exagerado como paisaje cotidiano y, con toda probabilidad, la multiplicación de formas de delincuencia, han situado las cárceles y sus miserias en primera página. Tanto da que se encargue de ello el señor imperial con sus películas de Alcatraz, que lo haga Bukele con sus campos de concentración salvadoreños o, más recientemente, Macron con sus ideas de resucitar el modelo Papillon, es decir, la construcción de presidios de alta seguridad en la Guayana. Aun con todo eso y más, la cárcel por antonomasia en estos momentos se llama Gaza.


            Frente a todo ese despliegue penal, sólo cabe oponer, para respirar, las cárceles de amor poéticas, esto es, cuanto la literatura es capaz de ofrecernos para pensar el mundo de otro modo, ya que el mundo parece más bien poseído por el odio. Con ese título, Cárcel de amor, firmó Diego de San Pedro una novela sentimental en 1492, donde narraba la historia de amor entre Leriano y Laureola, entreverada evidentemente por el sufrir amoroso, la manipulación y la honra. El mismo título le dio a su libro de poemas Amalia Bautista en 1962. O, en fin, yendo mucho más allá y rizando el rizo, por qué no apurar la imagen anticarcelaria y detenernos en La destrucción o el amor, de Vicente Aleixandre, que es adonde queríamos llegar. Pensando al menos que se trata de una disyuntiva donde hay que elegir y tomar decisiones para situarse frente a la realidad, sin entrar necesariamente en la mística sentimental del poeta. Siendo seres corrientes sin más, aunque con un poco más de humanidad.


Publicado en La Nueva Crónica, 1 junio 2025

jueves, 29 de mayo de 2025

MANUEL GONZÁLEZ: La huelga más larga

EL AUTOR

 

            Manuel González es periodista. Ha trabajado en diversos medios de comunicación: Liberación, Mundo Obrero, El Nuevo Lunes y El País, donde fue presidente del Comité de Empresa por Comisiones Obreras. Actualmente, colabora en Mundo Obrero.

 

EL LIBRO

 

            La huelga más larga relata la huelga de los trabajadores de la mina de sulfatos que la empresa Crimidesa tenía (y tiene) en la localidad burgalesa de Cerezo de Río Tirón, donde buena parte de los empleos del pueblo dependían de ella. A causa de la ruptura por parte de la empresa del acuerdo verbal que existía con el Comité para el convenio colectivo se generó un conflicto que duró 290 días y que desembocó en una marcha sobre Madrid para pedir la mediación del Gobierno. Fue a principios de los años 80 del pasado siglo, hace 45 años. Como ha explicado el autor del libro, el enconamiento que desembocó en la larga duración del conflicto fue también el resultado no previsto ni deseado, al que se vieron abocados los trabajadores por intereses que iban más allá de la mina y de Cerezo de Río Tirón. El año 1980 fue un año de fuertes conflictos, había también convocadas elecciones sindicales y la CEOE creyó tener la ocasión de dar una lección a Comisiones Obreras en las espaldas de unos cien trabajadores que en principio no iban a estar en condiciones de aguantar más de unas semanas de presión.

 

EL TEXTO

 

            “Pienso que a la ejemplar luchas de estos mineros probablemente le debamos el haber disfrutado de algunas mejoras laborales el resto de los trabajadores de España”.



domingo, 25 de mayo de 2025

Francia

            Regresé a Francia esta semana. Nunca he dejado de hacerlo desde que, a los once años, en el inicio de aquello que se llamó Bachillerato Elemental, la asignatura de francés nos descubrió que había un mundo más allá de las vías del tren y más allá del Bernesga, más allá del barrio. El barrio había sido el universo hasta esa fecha, un universo infantil naturalmente, pero enfrentarse de pronto a otra lengua, a otras costumbres y a otras melodías se convirtió en un rito de pasaje entre aquella infancia afortunadamente perdida y lo que habría de llegar, lo que estaba llegando. Fuimos, por tanto, adolescentes afrancesados y nunca hemos abandonado esa devoción hasta esta madurez que tiende al decaimiento.

 

Ese largo paseo francés tuvo sus estaciones principales y secundarias, sus estímulos y sus adicciones. Recordemos, justo es hacerlo, la figura controvertida de un profesor que influyó notablemente en aquellas generaciones de estudiantes palurdos, don Waldo Merino, así, con don, pocos lo han merecido tanto. Luego se sucedieron las amistades que han tendido a permanecer y ahí siguen a pesar de la distancia y de los años: Christine Aranda, Christophe Dubois, Julie Lébert… Y, por supuesto, los fervores inmarchitables del cine, de la literatura, de la música: Rohmer, Camus, Gainsbourg… Así hasta conformar un universo nuevo y muy diferente al del barrio, donde no obstante aún resido, como resido así mismo en la cultura francesa un tanto apolillada.

 

Regrese a Francia, a la ciudad de Tours en concreto, donde fuimos felices más de una vez. Allí, a orillas del Loira, en abril de 2017, en su universidad, un grupo de leoneses fuimos acogidos con cariño para presentar la revista de poesía Fake: Eloísa Otero, Carlos Pérez-Alfaro, Miguel Escanciano, Irune Vidal, Marisa del Riego, Cova Villegas, Ildefonso Rodríguez y Víctor M. Díez sentamos cátedra poética, podría decirse, para compensar en cierto modo cuanto desde ese otro lado de la frontera nos había llegado a lo largo de la vida. Se recuerda.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 25 mayo 2025

domingo, 18 de mayo de 2025

Benazir

            La tensión bélica renacida entre Pakistán y la India nos devuelven al presente las figuras de Benazir Bhutto y de Indira Gandhi. Habrá quien las recuerde y habrá quien las descubra ahora a la luz de las crónicas periodísticas del momento, corto es nuestro conocimiento y cortas suelen ser nuestras memorias en general. Podremos todos, en cualquier caso, valorar el hecho de que dos países tan invadidos por sus religiones, conservadoras por definición, colocaran al frente de sus gobiernos a dos mujeres en tiempos que nos resultan remotos: Indira en 1966 primero y en 1980 después y Benazir en 1988 por primera vez y en 1993 por segunda. Hinduismo e islamismo a la vanguardia. Curiosamente, sucedió también por aquellas lejanas fechas con el judaísmo, que colocó a Golda Meir como primera ministra de Israel en 1969. Cabe preguntarse, pues, qué sucedía entonces con la serie de países occidentales de corte cristiana, tan civilizados y tan modernos todos ellos. Poca cosa, casi como ahora, apenas una Margaret Thatcher, que fue primera ministra del Reino Unido en 1979. Sáquense en consecuencia las conclusiones que se quiera, con toda probabilidad no serán alentadoras para quienes habitamos en el ombligo del mundo.

 

            Benazir fue una figura notable en todos los sentidos, aunque sus gobiernos fueron efímeros, siempre hostigada desde todos los ángulos de aquella sociedad paquistaní, acusada de corrupción, obligada al exilio y asesinada finalmente en un atentado en diciembre de 2007. Tenía ella, quizá fue la primera, el estigma de la mujer joven que triunfa en política y, en cierto sentido, se nos presenta como antecedente de quienes gobernaron, muchos años después, Finlandia y Nueva Zelanda, Sanna Marin y Jacinda Arden, así mismo juzgadas por la opinión pública hasta el delirio. También de eso se puede sacar conclusiones. Benazir, además, parecía nacida de una leyenda árabe, de un cuento de las mil y una noches o de un relato bereber. Incluso su solo nombre era todo un poema, Benazir.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 18 mayo 2025

domingo, 11 de mayo de 2025

Agujeros

            En la ciudad donde vivo, el verdadero apagón histórico se produjo durante el pasado fin de semana. Acogimos nada menos que el XXXV Certamen de Tunas Ciudad de León y el XIX Certamen Nacional de Tunas Universitarias y de Distrito. Es decir, sin saberlo, en la ciudad donde vivo llevamos como poco treinta y cinco años instalados en el siglo XVIII, que es ese agujero en la historia donde residen petrificadas las tunas y los tunos. Auténticas tunas y auténticos tunos. Todo lo demás es puro remedo, degradación, farsa. Algunos periódicos lo llaman tradición. Ay.

 

            Pero es que apenas unos días antes, con motivo de las manifestaciones del 1º de mayo, se escucharon melodías en las calles de la ciudad donde vivo que remitieron así mismo a otros agujeros del pasado. Sonó de nuevo el himno a Santa Bárbara, que digo yo que podría elegirse una versión más renovada, que las hay más que dignas, y no repetir el mismo eterno coro desgastado. Aunque en este caso lo importante no era tanto la música como la letra, esto es, el recuerdo de los mineros muertos en Cerredo este mismo año, como murieron otros antes, en 2013 en el Pozo Emilio del Valle, en 1984 en la Mina Escondida, en 1979 en el Pozo María y así sucesivamente, de agujero en agujero de dolor hasta el apagón total. Y sonó también, como remate de las marchas, la Internacional, ese canto de gloria obrera, interpretado en esa ocasión con bombo y dulzaina, otra tradición, ay, venida también de algún agujero de la historia musical para apagar toda épica.

 

            Así que el otro apagón, el de la electricidad, no el de la luz como todo el mundo lo nombra (se fue la luz), que nos sumió a todos en un agujero de confusión y de tranquilidad, qué paradojas, no fue nada si se tienen en cuenta estos agujeros comunes en la ciudad donde vivo, magnífico escenario para apagones fabulosos. Aunque, ya ven, por esas mismas fechas, escuché a una señora afirmar en su discurso que Madrid echa de menos al ejército y casi me alegré de no vivir en esa otra ciudad.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 11 mayo 2025

SOL GÓMEZ: Memoria de las mujeres

LA AUTORA

 

            Sol Gómez Arteaga es nieta y biznieta de represaliados. Concibe la Memoria, que escribe siempre con mayúscula, como seña de identidad que le ha permitido saber de dónde viene para elegir el camino a seguir. Escribe despacio, como una labor de artesanía, para sacar a la luz realidades invisibilizadas del pasado, pero también del presente. Tiene dos libros de relatos relacionados con la Memoria Histórica: “Los cinco de Trasrey y otros relatos” (2012) y “El sol a la tinaja y otros cuentos” (2017), editados por la Fundación Fermín Carnero. Ha escrito una novela corta, “El vuelo de Martín” (2020), el libro de relatos relacionados con los desórdenes de la mente “Trazos de sombra” (2021) y el poemario titulado “Tiempo de Vilano” (2023).

 

EL LIBRO

 

            En Memoria de las mujeres se reúnen los testimonios de veinticinco mujeres publicados en el periódico digital Nueva Revolución —entre octubre de 2021 y septiembre de 2024—. El libro pretende transmitir, a través del análisis y la reflexión, unos hechos de nuestro pasado más reciente que las mujeres entrevistadas conocen muy bien por su condición de familiares de víctimas o por los conocimientos científicos y la actividad profesional que muchas de ellas vienen desarrollando —hay historiadoras, arqueólogas, antropólogas, documentalistas, profesoras de universidad, escritoras, cantautoras, periodistas, abogadas y editoras—.

 

EL TEXTO

 

            “Tuvimos mala estrella las mujeres rojas / madres de los hijos huérfanos (…) Y aun derrotadas, / vencidas, / cautivas, / desarmadas, / no nos rendimos / ni olvidamos el tiempo pretérito / en la firme convicción / de que la memoria no es sino amor, / un amor que dura más de lo que dura la vida”.

 


domingo, 4 de mayo de 2025

Baldaquino

            Aprendimos, cuando estudiábamos bachillerato, lo que era un baldaquino: un pabellón que cubre el altar. Siendo un poco más precisos, diríamos que es una estructura arquitectónica formada por cuatro columnas que sostienen una cúpula o un dosel plano, con la que, en efecto, se cubre un altar u otro lugar sagrado. El más famoso, probablemente el más hermoso también, es el construido por Bernini en la Basílica de San Pedro en Roma. Lo hemos visto y revisto en fechas recientes a causa de los ritos funerarios dedicados al Papa muerto.

 

            Pensaba yo en la belleza barroca de ese ciborio, como se le conoce de otro modo, mientras paseaba por la ciudad donde vivo. No encontré baldaquinos, tampoco los buscaba, pero topé con esas construcciones que parecen haberse puesto de moda en los trazados urbanos, expresiones por lo general de bastante mal gusto. Una pérgola bioclimática, por ejemplo, a la que se bautizará como “Intercambiador Reyes Leoneses”, que dicen que será un hito de la sostenibilidad, la tecnología y la funcionalidad. No digo que no. Y me topé así mismo con una estructura metálica aberrante, una especie de larguísima marquesina o una pasarela cubierta, según glosan los medios, que une las estaciones de autobuses y de ferrocarril. No tiene nombre todavía, pero la definen como una conexión intermodal. Tampoco digo que no.

 

            La ciudad donde vivo y otras por las que paseo frecuentemente no necesitan baldaquinos para ser reconocidas. Todas tienen elementos, construcciones y enclaves más que dignos desde un punto de vista estético e histórico, edificios muy apreciables y jardines luminosos. Son modestas frente a la capital italiana, pero no desmerecen ni a los ojos ni al ensueño. Ahora bien, en casi todas acaba uno chocando con desdichadas muestras de aparente modernidad urbana, que no son otra cosa más que demostraciones de una ausencia lamentable de estilo. No es que los arquitectos de hoy tengan que apellidarse Bernini, bastaría con un poco de elegancia y algo más de juicio.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 4 mayo 2025

domingo, 27 de abril de 2025

Estruendo

            Un estruendo es, sencillamente, un ruido grande. En una segunda acepción remite a confusión y alboroto. La palabra estruendo, pronunciada en voz alta, es una onomatopeya, como trueno, suena y resuena al enunciarla, lo hace con verdadero estrépito. Estruendo es el sonido de los tiempos presentes, eso que nos aturde e irrita, ese ronquido letal y grosero, esa barahúnda.

 

            En otros tiempos precedentes, se decía que ruido era toda interferencia en un proceso de comunicación, cualquier estorbo, de la naturaleza que fuese, que obstaculizara el canal entre emisor y receptor. Provocaba incomunicación, se venía a concluir. No sucede así con el estruendo tal y como se produce y es producido actualmente, se trata de una acción intencionada que si algo persigue es la desinformación. Entre otras cosas porque la estridencia es de tal magnitud que oculta cualquier tipo de información paralela o alterna y da lugar a que los receptores no alcancen a conocer el total y piensen que la realidad es plana, que solo es realidad lo que atruena de un modo reiterado. En esa situación, el individuo se agarra a un clavo ardiendo y no tiene empacho en asumir la fe de los rebaños. Pareciera que no hay elección. O sí, aunque haya que esforzarse para encontrarla.

 

            Poco a poco, vamos conociendo que sí existe contestación a la política atronadora en todos los sentidos del gobierno plutócrata del imperio. Un puñado de jueces por un lado, una universidad por otro, cierto movimiento sindical frente a los despidos, algunas manifestaciones en las calles. Hay más, con toda seguridad, pero los rugidos nos ensordecen y alientan nuestro pesimismo hasta hacernos dudar de si en el imperio habrá otra melodía distinta al bramido. La hay y la habrá con mayor fuerza, no con más decibelios, a medida que el coro ciudadano organizado entone otros cantos y los extienda. Entonces la vieja e ilustrada Europa se arrepentirá una vez más por no haber sabido escribir a tiempo una partitura con la que apagar tanto tumulto.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 27 abril 2025

domingo, 20 de abril de 2025

Ríos

            En la Autovía del Noroeste, sobre el Manzanal, a la altura del desvío hacia Torre del Bierzo y Brañuelas, han instalado hace poco tiempo un cartel que, según uno u otro sentido, advierte de la separación entre las demarcaciones Duero de un lado y Miño-Sil de otro. Hace también escasas fechas descubrí otro letrero similar en la Autovía de Navarra, junto a Medinaceli, que sentencia la separación entre las cuencas Ebro y Duero. A diferencia de otra cartelería abundante en nuestras carreteras para informar sobre cualquier nimiedad, el motivo de estos anuncios no me parece un asunto menor; incluso apunta posibilidades.

 

            Si el río, lo diga o no la literatura, que sí lo dice, es la vida, por qué no superar las delimitaciones administrativas artificiales y optar, en cambio, por estas otras divisiones hidrológicas naturales. No sólo se recuperaría así el sentido emblemático de los ríos como ejes del territorio, sino que, además, concederíamos entidad a verdaderos ecosistemas existenciales. Personalmente, yo no siento de forma distinta cuando me detengo ante el Duero en los Arribes zamoranos o salmantinos, sobre el puente medieval de Tordesillas, junto a los arcos de San Juan en Soria ni paseando a orillas de cualquiera de sus numerosos afluentes. No siento distinto ni siquiera en el curso portugués de ese río. Podría decir, si alguien me preguntara por mi origen, que soy del Duero. Del mismo modo que otros podrían responder que son del Guadalquivir o del Tajo. De hecho, cuando pensamos los grandes ríos, lo hacemos como una unidad con independencia de las fronteras que superan: el Danubio, el Amazonas, el Ganges, el Nilo. ¿Por qué no pensar y sentir así con nuestros ríos más modestos?

 

            De acuerdo, ya sé que habría enseguida afluentes rebeldes que reclamarían una identidad propia dentro de un territorio tan vasto. Pero ése no es un tema fluvial sino de otro negociado bien distinto. Sólo se necesitaría una confederación justa, equitativa, democrática y participativa. Es tan difícil.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 20 abril 2025

domingo, 13 de abril de 2025

Graduación

            Que los tiempos cambian y que nosotros hemos cambiado son percepciones que no sólo se recogen en los cantos de Bob Dylan o de Sole Giménez. Basta con mirar alrededor para reconocer que éstos no son ya nuestros tiempos, los tiempos de quienes venimos de lejos.

 

            Recuerdo a Carmen Martín Gaite, cuyo centenario del nacimiento se celebra precisamente este año. Una tarde, así mismo lejana, apareció por la Facultad de Filosofía y Letras en aquel campus que ni siquiera se llamaba de Vegazana, que no amontonaba edificios, que apenas si guardaba vehículos en los aparcamientos y que, en cambio, se adornaba con vacas pastando alrededor. Fue tal el asombro de la escritora que exclamó: ¡Esto sí es un campus, hasta tiene vacas! Hoy, en cambio, ese campus es un abigarramiento de edificios, una aglomeración de coches y no existe ni rastro de vacas. Eso sí, puede presumir de ceremonias de graduación. La última fue, casualmente, la de la quinta de Filosofía y Letras y fue recogida con detalle y despliegue fotográfico en los medios de comunicación. De haber estado presente, desconozco qué exclamación hubiese venido a los labios de Martín Gaite, pero algo sabroso se le habría ocurrido. Algo cándido seguramente porque sólo con candidez se pueden mirar esas imágenes. Para ponerle acidez podríamos contar con Raquel Peláez, que algo dice de los hábitos del vestir en su libro sobre la historia de los pijos y pijas en España.

 

            En fin, ni eran mejores aquellos tiempos ni lo son éstos. Ahora bien, para quienes nos licenciamos en aquellos primeros ochenta era impensable un show como los que ahora se estilan. Tampoco los muchachos y muchachas de ahora se imaginan cómo fue aquello. Todos necesitamos ritos y ceremonias, es verdad, aunque su mercantilización, su banalización y su formato final dicen mucho de cómo son los y las celebrantes y cómo es la sociedad en la que crecen. Esto es, dicen más de nosotros las formas que los títulos académicos. Esas formas de escribir que tanto cuidaba Martín Gaite.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 13 abril 2025

domingo, 6 de abril de 2025

Hematología

            Empeñados como están los colegios de médicos (y médicas) en encontrar algo que justifique mi condición de enfermo, me citaron en el servicio de hematología por aquello de los metales raros y demás condimentos que habitan en mi sangre de forma un tanto desequilibrada. Como si de una conversación sobre minería se tratase, convinimos que lo más oportuno era extraer el hierro, siempre y cuando la bocamina permitiera un fácil acceso a las galerías por donde viene circulando a sus anchas desde hace décadas. En suma, pactamos una auto-transfusión de ida y vuelta sin retorno del metal, que quedaría depositado en el exterior, mientras que el resto del aliño sanguíneo regresaría a sus aposentos limpio de toda contaminación férrica. Así de simple.

 

            Por lo general, a mí lo que más me inquieta es lo que se desecha. Es decir, qué ocurrirá con ese hierro desperdiciado a causa de su propio abuso, adónde irá a parar, me lo imagino en balsas de sedimentación como las de la mina de Aznalcóllar o en recipientes para residuos peligrosos como los que ahora se retiran de la central nuclear de Garoña. Me sucedía lo mismo cuando, antes de esta última aventura hematológica, especialistas más primarios recurrían directamente a las sangrías para aliviar el flujo contaminado de mis venas. En aquellas bolsas de plástico estéril se recogía una parte del líquido con todos sus ingredientes dentro, no valía ni para hacer morcillas, pero nunca conocí su destino último, si existía una planta de reciclaje sanguíneo o si se convertía en un vertido incontrolado. Debe ser una perversión de la economía circular de la que tanto se habla hoy en día.

 

            Por lo demás, casi nada me inquieta del paseo por el hospital ni de la consulta en sí. Los cuerpos marcan también sus ritmos y lo más cabal es acomodarse a ellos, si se puede. Y si no son ritmos rebeldes en exceso. La vida es la verdadera enfermedad y no tiene remedio ni hay dieta ni gimnasio que modifiquen su curso. Lo sabe la sangre y por eso a veces nos hierve.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 6 abril 2025

domingo, 30 de marzo de 2025

Bibliotecas

            Sería interesante conocer qué pensaría la inteligencia artificial acerca de la inteligencia natural en situaciones incalificables. Por ejemplo, cómo interpretaría el hecho de que las bibliotecas municipales de la ciudad de León cierren por las tardes, es decir, en el horario, presumiblemente, de mayor afluencia de público. Se preguntaría posiblemente a qué inteligencia natural se le ocurrió tan brillante decisión y su porqué.

 

            Pues bien, se le ocurrió al propio gobierno del ayuntamiento y fue así porque, fruto del llamado proceso de consolidación de empleo llevado a cabo, el personal laboral que atendía estos centros ha sido funcionarizado, supongo que para su bien, y no se contempla para el personal funcionario municipal la turnicidad. Es decir, que trabajan por la mañana. Apurado como está ese ayuntamiento, su cabeza visible al menos, en garantizar que nuestras calles, plazas, rincones y otros enclaves de la ciudad sean copados con los nombres de todas las cofradías del mundo, más alguna que otra reliquia religiosa, y en difundir que todos nuestros males vienen de fuera, no tuvo la suficiente inteligencia natural para prever la catástrofe bibliotecaria. Eso pasa cuando se está a lo que se está. Esto es, a lavar y planchar la banda que lucirán en el pecho con los colores de cierta bandera local en las procesiones que llegarán en unos días. Que eso sí que es cultura y no lo de las bibliotecas. Y quien diga lo contrario miente.

 

            Una inteligencia artificial, hasta la más barata del mercado, hubiera previsto la circunstancia y, con toda probabilidad, habría dispuesto fórmulas para evitar el disparate. Haberlas haylas. Pero como los males todos nos vienen de fuera y el ojo ajeno está lleno de paja, la inteligencia natural no cae en el detalle menor de la viga que habita en el ojo propio, una viga descomunal. Quizá por eso mismo tanto culto y oficio religioso, porque la fe en el ser humano, en ciertos seres humanos, se derrumba con extrema facilidad. Sin hablar de Trump.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 30 marzo 2025

domingo, 23 de marzo de 2025

Viajar

            Cuentan que los aranceles trumpistas golpearán pronto al turismo, esa forma convulsa de viajar casi obligatoria en el modelo de sociedad poscontemporánea. Subirán los precios, se embarrará la libertad de movimientos y ya hay líneas aéreas que empiezan a acusar el golpe. Quizá, ante esa perspectiva, comienza a advertirse un furor desatado por apurar los últimos tragos ¿baratos? en la próxima temporada de semana santa y, a ver si llegamos, en el verano vacacional. Pura y engañosa vanidad.

 

Frente al mapamundi viajero, que es lo que se estila o estilaba, declararé que mis destinos esta semana fueron Salamanca, Segovia y Soria. Obvié Valladolid el jueves y permanecí un día en León. Ayer fui a Ponferrada. Me movieron motivos sindicales, sí, pero también y sobre todo amistosos, sentimentales o familiares. Quizá por esa razón no sonarán como parajes singulares, pero son lugares, entre otros más o menos parecidos, donde habitan aquellos con quienes construimos conversaciones, con quienes trazamos vínculos que tienden a permanecer y con quienes, a veces, lamentablemente, labramos cicatrices que nunca dejan de escocer. La vida, en suma, como es y que nos sale al encuentro si no viajamos hacia ella. Ése, y no cualquier otra frivolidad, debiera ser el imperativo que nos mueve. O no, cada cual, sin caer en la simpleza a ser posible, se hace a sí mismo como mejor estima, aunque yo defienda otras sustancias para la navegación. Además, en ella no hay aranceles ni tasas ni portazgos que la penalicen. Sólo voluntad de encuentro.

 

Se llama viajar, no turismo, que es esa conquista neoliberal tendente, si no lo ha conseguido ya, a hegemonizar también nuestra cultura, nuestra forma de estar en la vida. Es el viaje lo importante y quienes nos esperan en el destino, no el destino en sí ni los selfis ni las bagatelas ni la bisutería ni el relato que construimos para autoalimentarnos de emociones que se desvanecen con el tiempo. Hasta el siguiente episodio. Quizá el último, quizá el definitivo.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 23 marzo 2025

domingo, 16 de marzo de 2025

Anfibios

            Ustedes pensarán lo que quieran, pero nosotros, los anfibios, nos sentimos afortunados. En una temporada esta en la que, cuando se habla de presupuestos, todo se refiere al incremento de los gastos en armamento y en uniformes militares, a nosotros, los anfibios, nos ha tocado la lotería gracias a ese Consejero que, un día sí y otro también, siempre está en el ajo de las noticias y en el resplandor de las televisiones: 350 abrevaderos en la provincia de León, nada menos, van a ser mejorados y mantenidos para nuestra conservación. Bueno, las palabras son un poco más rimbombantes al definir el objetivo: preservación de la biodiversidad terrestre. Pero es lo mismo. Al fin y al cabo, es esos abrevaderos se refugia y se reproduce buena parte de mi especie. Allí, en medio del ganado, que menudo ganado el de hoy en día. Más de 240.000 euros se van a gastar en nuestra supervivencia, ahí es nada, con fondos de esos que llaman Next-Generation EU, que lo mismo valen para un roto que para un descosido.

 

            Ya nos gustaría a nosotros, los anfibios, recibir las mismas o parecidas atenciones que se les dedican a los lobos, a los linces, a los osos e incluso al rey león y a sus ñoñas canciones. No, ni los cazadores ni los ganaderos ni ese Consejero quieren pegarnos tiros porque hemos dejado de ser estrictamente protegidos; ni somos una especie en riesgo severo de extinción que deba ser mimada; ni acuden turistas, que de todo hay, para observarnos con prismáticos cuando salimos de la hibernación; ni ha habido nadie que nos monte un espectáculo musical en la Gran Vía, un Nacho Cano de esos. No, si acaso el único de los nuestros que ganó fama fue Gustavo, el reportero dicharachero, pero hace tiempo que dejó los escenarios y casi ha caído en el olvido porque nadie lo ha colocado como protagonista de un vídeo-juego. No, sólo servimos para controlar plagas de insectos, cositas menores y sin importancia, como bien comprenderán ustedes, formados de sobra en pandemias, calamidades y gotas frías.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 16 marzo 2025

domingo, 9 de marzo de 2025

Sanidad

            Pues sí, me uniré el próximo sábado a cuantas personas marchen por las calles de Valladolid para defender la sanidad pública. Esa marea, como otras que la precedieron, en ésta o en otras localidades de esta comunidad desdichadamente desvencijada, es la misma que hemos visto en Madrid, en Andalucía, en el País Vasco… Aunque lo de aquí tenga sus peculiaridades, la situación crítica es común y extensa. Es decir, la política de quienes tienen competencia en la materia, los gobiernos autonómicos, muestra elementos compartidos, básicamente la desconsideración con lo público y la fiebre privatizadora. Son dos formas de hacer no exclusivas de la salud, sino que abarcan también a la enseñanza, a los servicios sociales y a todo cuanto huela a bienestar social. No se lleva. Son otras las consignas y, sobre todo, las vamos padeciendo poco a poco, así en el ámbito nacional como en el internacional, en este año mal nacido. Por eso importa tanto la protesta, más aún en la medida en que afrontamos males mayores y la pasividad se convierte en la peor de las enfermedades. Aunque parezca utópico, su remedio está en nuestras manos, comenzando por vencer la frivolidad y las desconfianzas que nos paralizan y rematando con acciones a la ofensiva. Una manifestación, por ejemplo. No es poca cosa. Según está el patio, es hasta un signo de civilización. Además, en mayor o menor, medida todos y todas tenemos razones y conocimiento del asunto como para sumarnos a esa convocatoria, nadie es ajeno a la enfermedad y a sus tratamientos; nadie lo es de los males que aquejan a la gestión sanitaria, cuya responsabilidad creemos a veces y de forma injusta que es de los profesionales, mientras olvidamos a quienes se encargan del diseño y desarrollo de las políticas que debieran cuidar nuestra salud; nadie es ajeno, ni quienes en ello desempeñan su trabajo ni quienes con su trabajo, vía impuestos, soportamos el peso del sistema todo. Buen destino el de esos impuestos e incluso el de la deuda condonada.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 9 marzo 2025

martes, 4 de marzo de 2025

Defendamos la sanidad pública


            La gestión política de la sanidad pública en Castilla y León se apoya en dos pilares. De un lado, el espectáculo y el marketing, es decir, inauguraciones, ceremonias y premios a cargo generalmente del Presidente Mañueco. De otro, visitas, entrevistas y promesas sobrevenidas que corresponden al Consejero Vázquez. Y así pasa la vida y viene la muerte tan callando. Bueno, verdad es también que, al lado de esas bases tan sólidas, uno y otro sitúan, en cuanto tienen la más mínima oportunidad, al Gobierno central, un tal Sánchez, como principal azote de nuestros dolores, si es que hay alguno que casualmente tengan que reconocer. Todo lo demás es cotidianidad, rutina y trabajo protagonizados con esfuerzo por unos profesionales bastante menospreciados y por cuantos padecemos enfermedad, a ser posible leve.

            Frente a ese paisaje, no debe extrañar por tanto que se sucedan pequeñas o grandes rebeldías de un modo constante. En unas ocasiones les toca el turno a las personas que hacen uso del sistema sanitario, o que desearían hacer uso de él de una manera más digna: se organizan en plataformas, recogen firmas, convocan concentraciones y claman en el desierto. En otras son quienes trabajan en SACYL los que encarnan las quejas, se sienten agraviados, no se les atiende y hacen gala de una paciencia y profesionalidad exquisitas: abandonan o son expulsados de las mesas de negociación, colocan carteles en los centros de trabajo, a veces también se concentran y, por lo general, denuncian la sordera de su contraparte. Los últimos y recientes capítulos conocidos de toda esta insatisfacción son el pago o no pago del complemento por trabajos en sábado, las unidades de ictus y el déficit oncológico. Pero hay más, hay mucho más, aunque se exprese con mayor discreción.


            El próximo día 15 de marzo, convocados esta vez por CCOO y por UGT, una y otra irritación confluirán en las calles vallisoletanas para defender la sanidad pública. Es la misma marea que hemos visto en Madrid, en Andalucía, en el País Vasco… Aunque lo de aquí tenga sus peculiaridades, la situación crítica es común y extensa. Es decir, la política de quienes tienen competencia en la materia, los gobiernos autonómicos, muestra denominadores compartidos, básicamente la desconsideración con lo público y la fiebre privatizadora. Son dos formas de hacer no exclusivas de la salud, sino que abarcan también a la enseñanza, a los servicios sociales y a todo cuanto huela a bienestar social. No se lleva. Son otras las consignas y, sobre todo, las vamos padeciendo poco a poco, así en el ámbito nacional como internacional, en este año mal nacido. Por eso importa tanto la protesta, más aún en la medida en que afrontamos males mayores y la pasividad se convierte en la peor de las enfermedades. Aunque parezca utópico, su remedio está en nuestras manos, comenzando por vencer la frivolidad y las desconfianzas que nos paralizan y rematando con acciones a la ofensiva. Una manifestación, por ejemplo. No es poca cosa. Según está el patio, es hasta un signo de civilización.

 

            Mas, de vuelta al principio y a lo que aquí nos trae, si algo sobra en nuestro sistema sanitario es el estilo fácilmente reconocible de una Junta de Castilla y León, que suple la inutilidad en la gestión por el auto-bombo de los discursos llenos de tópicos de su Presidente. Mejor nos iría si se centrara en lo sustancial, en reconocer, como dice el manifiesto que anima este próximo 15M, que la sanidad pública, uno de los cimientos fundamentales del estado de bienestar, es una conquista social que fue posible en su momento por la confluencia en las demandas de la ciudadanía y el esfuerzo de muchos profesionales y que culminó en su inicial configuración. Por eso hoy nos corresponde reafirmar aquella convicción primera, responder a las políticas adversas en esta materia y advertir de que no cejaremos en nuestro empeño para defenderla. Por todo ello llamamos a la manifestación del 15 de marzo.

 

Publicado en El Norte de Castilla, 4 marzo 2025