Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 14 de diciembre de 2025

Jóvenes

            Se habla de la juventud a la ligera, pero categorizando. Se insiste en las dificultades a las que los jóvenes han de hacer frente para emanciparse. Se les tilda de desinformados y de adoptar posturas políticas y sociales reaccionarias. Se les dibuja, en fin, como una realidad nueva y sorpresiva, como si no hubiese existido antes esa etapa de la vida y no hubiésemos pasado por ella cuantos hoy nos asombramos por cómo son esos jóvenes. Convendría ampliar el foco para ser un poco más atinados en nuestro juicio. Citaré únicamente dos muestras.

 

            Para empezar, baste una mirada cercana en el territorio. En 2003 un diario local publicaba la siguiente información: “El 30% de los alumnos de Ponferrada cree que el sexo no consentido en la pareja no es violencia”; y seguía: “Casi el 50% de los jóvenes de sexo masculino considera que se puede justificar al maltratador”. ¿Por qué tenemos entonces la sensación de que esas opiniones recalcitrantes son solo fruto de hoy en día? ¿Quizá porque olvidamos cómo fuimos y no hemos progresado lo que pensábamos que habíamos progresado?

 

            Y, para seguir, algo un poco más distante. Leo una entrevista con Greg Norton, miembro del grupo Hüsker Dü, una mítica banda de hardcore que, según la crítica, cambio el rumbo del rock alternativo en la década de los 80. Dice, entre otras cosas: “No es que fuésemos unos chicos airados, sólo nos sentíamos frustrados. En aquel momento ser joven podía ser duro”. Aquel momento era la era Reagan. ¿Por qué entonces consideramos que es la juventud actual la única que padece un contexto adverso? ¿Quizá porque los miramos con nuestros ojos de seres maduros revenidos?

 

            Tal vez, como apunta mi amigo Alberto Novoa, debiéramos desprendernos de la visión romántica o nostálgica para reconocer que sí, que hay jóvenes solidarios, inconformistas, abiertos, integradores y conscientes de las desigualdades sociales. Más o menos como fuimos y en los mismos porcentajes que lo fuimos.

 

Y que medios y redes no dieran tanto la matraca.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 14 diciembre 2025

domingo, 7 de diciembre de 2025

Tuna

            Hace unos días, como parte de la orgía del Black Friday, el gobierno autonómico declaró la tuna Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial. Al parecer, por su valor histórico y social. Continúa así en la línea de lo que en febrero de 2024 perpetró con la llamada Pirámide de los Italianos, un monumento fascista sin ningún valor artístico ni arquitectónico, un insulto a la historia y a la memoria. De seguir por ese camino, no tengo dudas de que antes de que concluya la legislatura el siguiente eslabón en el oprobio cultural será el Toro Jubilo de Medinaceli.

 

            Contrastan estas frivolidades y vértigos en los trámites administrativos para otorgar etiquetas a lo que sea que pase por la cabeza del Consejero con lo padecido por la ciudad de Ponferrada, que consiguió el reconocimiento también el pasado mes de noviembre, cincuenta años después de que se instara una primera solicitud al efecto. Pirámides y bandurrias son preeminentes, no cabe duda, a pesar del patrimonio histórico y artístico que se reúne en la ciudad de El Bierzo.

 

            En el caso de la tuna, se destacaba, entre otras veleidades, su “dimensión artística” y que “promueve el compañerismo, la amistad y la inclusión”. También el turismo, podríamos decir, el de la tuna y el de los entornos por donde pasa, aspecto nada despreciable en una Consejería que, junto a la Cultura, se ocupa así mismo de ese Turismo. Una mezcla política y una manera de entender lo que quiera que sea cultura. Quizá por esa razón, por esa dichosa mixtura, se eligió la semana de las gangas para hacer oficial el blasón a la rondalla, una especie de oferta de última hora en el escaparate comercial prenavideño.

 

            Tal vez la tuna tuvo algún sentido en sus orígenes y hasta el siglo XVIII, cuando se apagó, pero hoy es sólo una reliquia del romanticismo decimonónico y de la memez que nos entró con el landismo, esos tiempos antiguos, como otros, en los que nos hemos instalado. Contra ellos precisamente se eleva la cultura, ese aire que todavía respiramos.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 7 diciembre 2025

domingo, 30 de noviembre de 2025

Deslumbrar

            Esta semana, la ciudad donde vivo, como otras, ha dado paso abiertamente a la temporada del deslumbramiento. Lo venía haciendo poco a poco porque no todo es navidad, por suerte, y ese fenómeno de luces cegadoras ya contaminaba el espacio urbano con otros métodos diferentes a las luminarias de fin de año. Pero ahora se junta todo: lo que fueron y no son ya bombillas de color con esas pantallas de tecnología led (creo que así se denominan), públicas y privadas, oficiales y mercantiles, que superan con amplitud los márgenes de la infección lumínica.

 

            El objetivo es deslumbrar, tanto da el presunto espíritu navideño que el afán comercial o la información de servicio. Deslumbrar. Es decir, asombrar, encantar, fascinar, torrentes de luz que acaben por provocar alucinación, entontecer, obnubilar. En eso consiste, en suma, la explosión de luz de uno y otro signo, tal y como procede en estos tiempos de apariencia y frivolidad. Poco importa que ese estrépito luminoso contraste con las penumbras cotidianas, al parecer no resulta insultante, son sólo estímulos para engañarse, neuro-marketing, estrategia social para la mansedumbre, fruslería. Incluso esas pantallas informativas son más ellas por sí solas que cuanto tratan de anunciar.

 

            Sucede así con las personas. Las hay que deslumbran y las hay que, sencillamente, brillan. Distinguirlas es más que conveniente para no naufragar en sensaciones y emociones que tienden a confundirnos con extrema facilidad. Una persona deslumbrante nos inclina de entrada al arrebato, pero no siempre hay sustancia bajo esa luz. Es más, deslumbra tanto la belleza como la fealdad, algunos gobernantes son ejemplo de esto último. Por el contrario, quien brilla no defrauda, ofrece solo pequeños efectos especiales de su llama, los suficientes para convertirse en faro y alumbrar la ruta. Son personas a las que hay que seguir y apreciar. Enfrente, quienes deslumbran, como todos los excesos de estas fechas, nos llevan al extravío. Suelen triunfar, no obstante.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 30 noviembre 2025

domingo, 23 de noviembre de 2025

Atropellos

            Se confirma en nuestros municipios la implantación, con matices, de eso que ha venido a llamarse zonas de bajas emisiones, es decir, áreas urbanas donde se restringe el acceso a determinados vehículos contaminantes. Se trata de reducir la polución del aire en esos espacios, lo que redundará al parecer en una mayor calidad de vida en los mismos. No en otros. Y quizá tampoco del todo en esos si pensamos que los seres humanos, además de respirar, hacemos alguna otra cosa, por ejemplo pasear, andar, correr por esas calles descontaminadas y en las demás.

 

            He perdido la cuenta del número de atropellos que llevamos acumulados este año en la ciudad donde vivo. En todo caso, son muchos y en cualquier circunstancia. De tal manera que, a partir de ahora, podremos morir lentamente por la vía de respirar un aire más limpio, pero lo podremos hacer abruptamente a consecuencia de un atropello inesperado. Y esto es así porque las ciudades, mucho más higiénicas sobre el papel, continúan dando un rol preponderante a los vehículos, sobre todo en esas otras áreas sucias, bastante más agredidas por el tráfico, porque las sanas suelen peatonalizarse en parte o en todo. Por lo tanto, vivimos, viviremos, en una ciudad que son dos ciudades. Y seremos vecinos y vecinas de primera y de segunda.

 

            Capítulo aparte es el juego que dan quienes van al volante de los vehículos que nos atropellan. Interesa sobre todo su diálogo con los pasos de cebra. Como en cualquier otro diálogo formal hay personas atentas, por supuesto, pero también las hay que mienten más que hablan, las que se expresan con soberbia, las que no escuchan, las que hablan demasiado, las que gritan, las que dicen no entender nada, las que miran para otro lado, las que son mudas… Y así se expresan, evidentemente, en los pasos de cebra, donde se produce una buena parte de atropellos. En suma, conducir es un diálogo con el entorno y tal y como dialogamos así también actuamos. Quizá las autoescuelas deberían cuidar así mismo esas maneras.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 23 noviembre 2025

domingo, 16 de noviembre de 2025

Melodías

            El amanecer de aquel día de noviembre no vino acompañado del sonido habitual de cada mañana. La megafonía de los dormitorios de la Laboral se acomodó al compás de la música clásica e ignoró aquellas otras melodías con las que abríamos los ojos en el internado: Cat Stevens, Bad Company, David Bowie, cosas así. La música que nosotros mismos comprábamos en una tienda de discos de Zamora.

 

            De modo que aquel despertar anunciaba cambios notables. Veníamos advertidos y no fue una sorpresa. Durante el desayuno, los salesianos que nos tutelaban confirmaron la noticia sin mayores emociones: había muerto Franco, las clases se suspendían y, al mediodía, nos recogerían los autobuses para devolvernos a nuestras casas por un tiempo. Como en vacaciones. Así lo vivimos nosotros en aquellos momentos y lo celebramos. Lo de la muerte también, aunque de una forma más discreta. Éramos adolescentes todavía, pero ya sabíamos ser cautos.

 

            La música clásica duró lo que duró aquella fractura en el discurrir académico, no otra compañía había para las imágenes en blanco y negro de la televisión. Así que regresar al internado fue también el regreso a nuestra banda sonora cotidiana, aunque las conversaciones se abrieron a nuevos contenidos según la información que cada cual aportaba desde sus casas. Había de todo, pero predominaba un tono guerrero. Ese tono que vino a plasmarse en el comienzo de año con un recital de Luis Pastor en nuestro salón de actos. ¿Quién le conocía entonces, en qué instituto habría actuado antes, en qué parroquia? Fuimos privilegiados también en eso, en introducir nuevos cantables en nuestro repertorio. Lo más parecido había sido un concierto de Aguaviva años atrás.

 

            Y así pusimos fin al bachillerato, a lomos de Labordeta y de Jethro Tull al unísono, mezclando Lluis Llach con Pink Floyd como quien no quiere la cosa, picando en todos los pentagramas. Cincuenta años después el inventario ha crecido, como lo han hecho libertad y derechos, muy a pesar de irredentos y revenidos.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 16 noviembre 2025

domingo, 9 de noviembre de 2025

Huevos


            Pongámonos prosaicos y hablemos del precio de los huevos, que es tanto como hablar del capitalismo especulativo salvaje adonde hemos sido arrojados, no importa que atendamos al precio de la vivienda, al de la hostelería o al de la alimentación. Por qué suben los huevos, nos preguntamos todos y casi todo el entorno apunta a la gripe aviar como causa, aparte de otros trapicheos corrientes de los intermediarios. No digo yo que una y otra razón no estén por el medio y cubran con ello el mal obrar de otros acaparadores que pasan desapercibidos. Me refiero a quienes compran granjas a diestra y siniestra y monopolizan ese mercado.

 

            Eso sucede y no se cuenta porque el mercado es libre y santo, ya se sabe, y se autorregula. Pero no es tan libre ni tan santo si alguien, sirviéndose de debilidades sobrevenidas, en este caso la dichosa gripe, se hace con casi todo el pastel y establece sus propias condiciones regulatorias: o lo tomas o lo dejas. Porque no se trata de un comportamiento mercantil dadivoso ni salvador de ruinas ajenas, sino de pura y simple apropiación, más o menos de forma parecida a como actúan los llamados fondos buitre en el mercado de la vivienda. Aunque en nuestro caso no sólo para jugar con los precios, sino para combatir de paso legislaciones que velan por cierto bienestar sanitario de las aves acorraladas: si tú me exiges medidas, yo acumulo y restrinjo el flujo de mercancías. Por eso suben los huevos, aunque de ello no se hable.

 

            Frente a este tipo de abusos, tratándose además de productos básicos, sólo cabe la intervención del mercado. Suena a comunista, pero incluso el emperador estadounidense obra así y nadie se espanta ni osa llamarle bolivariano. Claro, tampoco allí hay una Ester Muñoz o un Miguel Tellado con lenguas tan flojas. Actuar, pues, sobre el precio de los alimentos y de la vivienda es la única receta sin andarse con paños calientes, que al cabo es lo que ocurre, eso sí, por aquí. Es una cuestión de huevos y de otras materias menos polisémicas.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 9 noviembre 2025

domingo, 2 de noviembre de 2025

Vísceras

            Cada vez que se nos muere alguien entrañable el aroma del incienso nos aproxima inevitablemente a nuestros muertos más cercanos. Me ocurrió con Pablo Guerrero hace un mes y, además de leer sus obituarios, me entretuve revisando viejas entrevistas con él hasta que di con una, del año 2021, que nos ofrece un titular imprescindible para andar por la vida y por la muerte: “Quiero pensar que no somos sólo un montón de vísceras”. Eso decía el cantante extremeño.

 

            Cinco años se han cumplido desde que hiciese mutis por el foro nuestro amigo Hilario Franco y, exagerando sin exagerar, quedara desierta la escena para muchos de nosotros. Gracias precisamente a que no somos sólo vísceras, aún seguimos acusando el golpe y lo combatimos con un ejercicio de memoria que yo, privilegiado por ello, traigo a esta columna año tras año por estas fechas. Esto es, procuro que la muerte no sea del todo el final. Otros optan por llevar flores a los cementerios en días como estos; hay quien prefiere dedicar una misa de cabo de año; y hay quien directamente olvida. Todo vale, incluso el no recuerdo si es intencionado, para vencer a lo visceral e imaginar que la obra continúa su representación sobre el escenario del mundo.

 

            Hilario fue así mismo un buen actor. No en el sentido teatral, aunque también, sino y sobre todo actor de la vida y de los pasajes vitales que le tocaron en gracia. Cumplió, por tanto, con esa obligación que todos contraemos por el simple hecho de existir: establecer compromisos, tejer vínculos y protagonizar modestamente la historia al alcance. En eso consiste la existencia si no es un fraude. Y por eso mismo se produce la desnudez en el plató cuando alguno de los que han sido artistas fundamentales del drama desaparecen. Entonces, para acercarse a lo perenne, sólo nos queda el recuerdo como una nueva construcción y repetir mientras paseamos alguna canción antes compartida. Por ejemplo, aquella que nos enseñó el bueno de Pablo Guerrero: “para huir de la muerte nos amaremos”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 2 noviembre 2025

viernes, 31 de octubre de 2025

Más derechos con un convenio colectivo

            En tiempos de obviedades y de paradojas como los presentes, enunciar de nuevo el derecho a la negociación colectiva en sectores desamparados se convierte en una demanda clave. No debiera ser así, es algo que tendría que suceder de suyo, aunque nunca ha sido tal, ha habido que pelearlo y continúa siendo necesaria esa pugna, más aún si atendemos a la regresión social y democrática que nos amenaza. También si lo hacemos a las nuevas realidades del trabajo que se advierten en esta edad histórica.

 

            Es verdad que en el ámbito de los archivos algo se ha movido, con timidez, y algo se mueve, aunque no siempre acabe de cuajar, y de ahí la necesidad de insistir en ese objetivo: regular y dignificar a través de un convenio sectorial este oficio y todas las figuras que lo desarrollan. Artículos de opinión se han escrito de forma regular en publicaciones de ese campo acerca de esta necesidad. Acciones vanguardistas, podríamos decir, han conseguido conquistar posiciones en casos concretos en el País Vasco, aunque sólo fuese a través de la extensión de otros convenios o con el sectorial para gestoras/es de información y documentación en Guipúzcoa.  Más recientemente, en la primera mitad de este año y en un terreno algo más práctico, el sindicato LAB ha emprendido acciones en la Comunidad Foral de Navarra en tal sentido, tratando de implicar en ello tanto a empresas como al Gobierno autonómico. No inventamos nada nuevo, por tanto, escribiendo acerca de esta materia y exhortando con ello a la acción.

 

            Observemos, para empezar, que la mayor parte de archiveros y archiveras ejercen su labor en el ámbito público, son empleados públicos. En consecuencia, cuentan ya con un marco de relaciones laborales, en algunos casos con derecho a negociación, el personal laboral, y en otros con acomodo a acuerdos generales y legislación también general, el personal funcionario. Dentro de ese marco, existen órganos de representación, negociación y gestión para el conjunto de trabajadores y trabajadoras. Cuestión distinta es el grado de participación en todo ello de aquellos de quienes aquí tratamos. No entraremos ahí.

 

            Diremos, pues, que lo público debiera ser un tractor para lo privado, máxime cuando se generaliza en el ámbito de las administraciones públicas todo tipo de externalización de servicios. En esa senda, debieran ser dichas administraciones las primeras interesadas en las buenas prácticas laborales, reclamando un mínimo de formalidad y combatiendo lo anómalo y, en la medida de lo posible, valorar la existencia de un convenio colectivo en las licitaciones, tal y como nos sugiere Antonio David Bening Prieto en su artículo “La contratación pública como herramienta de mejora de las condiciones laborales: posibilidades, límites y limitaciones”[1].

 

            Aunque sean expresión de vida, la diversidad de asociaciones profesionales y su gran dispersión territorial supone una debilidad para lo que aquí tratamos. Su papel habría de ser en todo caso el de empujar a favor de obra. Esa obra, no lo ignoremos, corresponde a las organizaciones sindicales, a las empresas y, como antes hemos sugerido, a las administraciones. Encajar en esa construcción la diversidad y la dispersión debiera ser el primer paso. Implicar a los agentes sociales el segundo. En dicho andar, la intervención militante y afiliativa es, a nuestro modo de ver, capital, porque también sindicatos y empresas requieren impulso interno para extender el mapa de la negociación colectiva. No es que no mame quien no llora, pero bueno es hacerse notar. La iniciativa antes citada del sindicato LAB no nació por generación espontánea.

 

            En cuanto al espacio privado, existe así mismo una gran variedad de centros de trabajo y de actividad. Pensemos que a los tradicionales archivos, bibliotecas, centros de documentación, museos, etc. se han sumado, y se sumarán más en el futuro, empresas multiservicio que son las que precisamente ejercen en un doble flanco: el de la iniciativa privada propiamente dicha y el de la contratación de servicios desde lo público. A todo ello habría que dar respuesta conveniente. Sobre todo, porque en este último eslabón la precariedad es la norma.

             Aspirar a conseguir un convenio sectorial general de ámbito estatal parece excesivo, en parte por cuanto ya hemos señalado y en parte porque no es una costumbre muy común. Hacerlo, en cambio, en espacios territoriales concretos es mucho más factible, tal y como hemos visto en los casos del País Vasco y de Navarra. Por último, llevarlo a cabo en una comunidad como Castilla y León, tan exigida por elementos de cohesión, es un auténtico desafío al que no se debería renunciar. Tengamos en cuenta que es ésta una comunidad donde la negociación es fundamentalmente provincial porque así lo determinan, sobre todo, sus organizaciones empresariales. Romper dicho marco tan local constituiría también una doble conquista.

 

            En fin, si toda esta argumentación no ha resultado suficiente, echemos mano de un título revelador, el del artículo de Luis Martínez García: “Archiveros en el laberinto. Una profesión en permanente búsqueda de su identidad”[2]. Posiblemente, si el sector estuviera ordenado laboralmente, contaría con una inquietud menos en dicha búsqueda.



[1] TRIA 27. Revista Archivística de la Asociación de Archiveros de Andalucía.

[2] TRIA 27. Revista Archivística de la Asociación de Archiveros de Andalucía.

 

Publicado en la revista Archivamos 03 2025

domingo, 26 de octubre de 2025

Prevención

Prevención del cáncer, prevención de los incendios forestales, prevención de riesgos laborales, prevención del acoso escolar… Todo es prevención, hasta el punto de que la palabra se ha convertido en un comodín que, cuanto más se repite, más pone de manifiesto el déficit en todo tipo de mecanismos previsores. Obsérvense los sintagmas de cabecera y con sólo un pequeño repaso a la actualidad sacarán sus propias conclusiones. La mía es sencilla: ojalá funcione adecuadamente la segunda parte del refrán que afirma que más vale prevenir que curar. Sucede lo mismo con la policía o con los árbitros: cuanto menos se les nombre tanto mejor para la convivencia ciudadana y para cualquier competición deportiva. Si la prevención, la policía o el árbitro son los protagonistas de la noticia, démonos por perdidos.

 

La prevención es ante todo una declaración de intenciones, por sí sola no sirve para nada e, introducida en un discurso, es pura retórica. Gana utilidad cuando es ley y reglamento; e incluso así, si hablamos de materias como las arriba señaladas u otras semejantes, su eficacia es dudosa si no se acompaña de herramientas, presupuesto y evaluación. Eso sí, en general todos nos declaramos previsores. Lo contrario sería una imprudencia. Sin embargo, lo imprudente, de lo que poco se habla, es común, más de lo que parece, y se descubre bajo todas y cada una de las declaraciones preventivas a las que vengo refiriéndome: como poco, ha habido y hay imprudencia, si no insensatez, en los cribados de cáncer, en los fuegos desbocados, en los accidentes de trabajo y en los suicidios de adolescentes acosadas. Conviene, pues, hablar más de los irresponsables que de los precavidos. La realidad sería más nítida.

 

El lenguaje, como se ve, tiene importancia porque describe la realidad o la modifica a conveniencia. Por eso, frente a la manipulación, nada nos previene más que un buen uso de la palabra y un buen conocimiento de la lengua con la que nos comunicamos. No se lleva, es verdad, pero cura.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 26 octubre 2025

domingo, 19 de octubre de 2025

Galias

            Todo era más sencillo de comprender en tiempos de Astérix y Obélix. Aparte de que se dopaban legalmente con pócimas mágicas y de que se alimentaban a base de jabalíes, sus adversarios, los romanos, eran externos y además estaban locos. O no tanto. Podemos contrastar la visión que nos proporcionaron Goscinny y Uderzo con la que, más dramático, nos brindó Julio César en La guerra de las Galias y, seguramente, tendremos un juicio un poco más equilibrado.

 

            No como ahora, que, según dicen, no hay quien se aclare con lo que sucede en Francia. Hay quien, no sé por qué, me pide opinión al respecto, quizá por mi francofilia declarada, e incluso mi amigo Christophe Dubois me sugiere que elija uno de entre los siguientes adjetivos para definir el panorama de la política francesa: esperpéntica, grotesca, extravagante, disparatada, desatinada, ridícula, tragicómica, lamentable, deprimente, afligente, desoladora, lastimosa… También los franceses dudan de sí mismos y no es para menos.

 

            Porque Francia, a pesar de todos sus oropeles, o quizá por eso mismo, siempre despista. Nunca es lo que parece o lo que, merced a lugares comunes, suponemos que parece. ¿Acaso nos cuadra en su modelo de cortesía ¡ah, la politesse! la historia terrible de Gisèle Pelicot? ¿No fueron los educados servicios secretos franceses, gobernados por Mitterrand, los que hundieron el Rainbow Warrior en las costas de Nueva Zelanda por asomarse a sus experimentos nucleares? ¿No fue Francia, en 1981, el último país de la Europa civilizada en abolir la pena de muerte? ¿No ganó De Gaulle las elecciones que siguieron a las revueltas del utópico y fracasado mayo de 1968? Eso es Francia: un país eternamente embebido en La Marsellesa, que en verdad sólo les sirve para incrementar su fervor futbolístico. Encima, el París Saint-Germain, entrenado por un tal Luis Enrique, ganó la última Liga de Campeones.

 

            De modo que no, no hay quien lo explique. Como los sentimientos. Si acaso Georges Brassens: il n’y a pas d’amour heureux.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 19 octubre 2025

domingo, 12 de octubre de 2025

Berrea

 

            Parece estar de moda eso del turismo de naturaleza. Sí, también ese tipo de turismo. Y entre las prácticas que se frecuentan en tal sentido figura la de asistir a la berrea de los ciervos, fisgar en su periodo de celo, escuchar sus bramidos y observar sus luchas rituales como demostración de poder. Cosas de machos en pleno esplendor.

 

            Pero, bien pensado, no es necesario llegar hasta esos montes donde reinan los ciervos para sentirse en pleno estallido machista y ultramontano. No, basta con observar a los muchachos del entorno, conocer su pensamiento y confirmar algunas de sus costumbres más básicas. Numerosos informes alertan últimamente sobre todo ello. Por ejemplo, que siete de cada diez chicos de entre 12 y 21 años teman ser acusados injustamente de acoso sexual o violencia de género o que un 30% de ellos minimicen el hecho de amenazar o pegar a su novia en alguna ocasión. También que los varones de entre 18 y 44 años muestren una visión de la Hacienda más negativa que el resto de la sociedad e incluso que el grupo de hasta 24 años sea el más indulgente ante las trampas fiscales; a propósito de los impuestos, vienen a decir que “son algo que el Estado nos obliga a pagar sin saber muy bien a cambio de qué”. Y, así mismo, el incremento del consumo de testosterona o que sean los varones menores de 30 años quienes alimenten el voto de la extrema derecha en los principales países europeos, también por supuesto en España.

 

            En suma, da la impresión de que vivimos en plena berrea. Ojalá que estacional, como la de los cérvidos, porque, de no ser así, tendremos un problema, lo tendrán y lo tienen ya ellos mismos. Seremos atrevidos y pensaremos que, junto a otras endebleces, también sobre esos cimientos de cemento aluminoso se levanta el edificio de la crisis de los veinte, esa crisis de infelicidad que se apodera de los jóvenes, en este caso sin importar el sexo, cuando la suya debiera ser una época de euforias. La duda está en saber si la berrea es síntoma o consecuencia.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 12 octubre 2025 

domingo, 5 de octubre de 2025

Efectos

            En mi viaje por Senegal durante el pasado verano pude comprobar que, ciertamente, sus principales ciudades estaban empapeladas con vistosos carteles en los que destacaba el lema “efecto llamada”. Se referían a la oportunidad de viajar a España para beneficiarse del ingreso mínimo vital y animaban a la población senegalesa a poner su vida en juego para alcanzar tan suculenta recompensa.

 

            Si esta información que yo comparto aquí gentilmente a través de una columna miserable en un periódico de provincias apareciese, qué sé yo, en una canal de YouTube o en un post de una red social, estoy seguro de que inmediatamente, sin contrastarse, sería difundida, para fortalecer su oratoria, por hombres y mujeres de buen pensar como Feijóo, Garamendi, Orriols o Nogueras (a otros del más allá ni los cito). Son gentes entendidas que saben lo que dicen. Sobre todo cuando se refieren a trabajo y a emigración. Cuando uno no ha dado un palo al agua y ha disfrutado de una vida acomodada sabe perfectamente de lo que habla, no hay duda.

 

            Pero, volviendo sobre Senegal, curiosamente no encontré allí carteles que sugiriesen el “efecto huida”. Tampoco en España. Unos huyen de la miseria y otros de la cultura del esfuerzo que al parecer solo retribuye debidamente a Carlos Alcaraz. Unos huyen del hambre y otros de jornadas laborales interminables y horas extra no computadas. Unos y otros muestran actitudes, con C, diferentes pero conciliables. Sólo es cuestión de combinar efectos.

 

            Los arriba citados saben también de lo que hablo porque son efectistas, aunque miren para otro lado e inventen una realidad a su medida. Su efectismo, como dice la Academia, consiste en emplear procedimientos o recursos para impresionar fuertemente el ánimo, es decir, falsedad, miedo, recelo, racismo, desprecio y frivolidad. Su problema es que ignoran los efectos secundarios de sus discursos y de sus políticas, por lo general mucho más perniciosos y perdurables que la enfermedad de origen que ellos arrastran y contagian.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 5 octubre 2025

domingo, 28 de septiembre de 2025

Asombro

            Asombro. No de otro modo puede explicarse el tiempo y el mundo en que vivimos. Con asombro y con una buena parte de su familia semántica, esto es, pasmo, desconcierto, estupefacción, estupor, extrañeza, conmoción, confusión, aturdimiento, sobrecogimiento, espanto, perplejidad, absurdo, insólito, inaudito, inexplicable, atónito… La oferta del vocabulario es amplia, suficiente al menos para que cada cual elija el producto de acuerdo con sus personales impresiones, aunque a mi juicio el asombro lo engloba todo sin necesidad de matices, es decir, causar gran extrañeza hasta el punto de dejarnos casi sin respuesta, sin explicación racional, sin escapatoria. Es un tiempo y es un mundo que cabalgan desbocados hacia la alucinación.

 

            Lo asombroso es algo de difícil comprensión y, por tanto, de complicada aceptación. Quizá por eso hubo un tiempo y un mundo más sencillos donde si salías a la calle o veías un programa de televisión o escuchabas un discurso y te asaltaba tal reacción, eso venía a significar que estabas envejeciendo en algún sentido, que te habías quedado varado en otro tiempo y en otro mundo. Así lo afirmó en una lejanísima entrevista el escritor Manuel Vicent y seguramente tenía razón. Entonces. Pero hoy el asombro no es un problema de generaciones, sino cultural, y, en consecuencia, afecta a las personas de un modo mucho más transversal, no importa la edad que se soporte. El asombro nos sitúa fuera de escena, fuera de campo, fuera de foco y no se encuentran herramientas cabales para recolocar la imagen.

 

            O tal vez sí, aunque parezca ingenuo decirlo: el pensamiento, ejercer la dura tarea de pensar, detenerse a pensar. Pensar cansa, pero no mata, como sí lo hace en cambio el asombro. Pensar supone alimentar las neuronas, es decir, ilustrarse, leer, observar, valorar, sopesar, decidir, verbos todos ellos de ardua conjugación, es verdad, pero no hay otra opción. Sobre todo porque después del pensamiento ha de llegar necesariamente la acción. Pero nunca al contrario.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 28 septiembre 2025

domingo, 21 de septiembre de 2025

Anillos

            Leo que la Junta de Castilla y León y las diputaciones provinciales han acordado “crear anillos de seguridad para evitar que el fuego llegue a las casas”. Se trata de realizar una especie de cortafuegos alrededor de las poblaciones para impedir que un incendio forestal, de haberlo, alcance casas y otras instalaciones digamos urbanas. Para ello, la administración autonómica se compromete a financiar la compra de maquinaria pesada: buldócer, retroexcavadora o motoniveladora.

 

            Bien está, aunque podría decirse que ya era hora porque la idea viene de muy atrás, solo que sin maquinaria por el medio. Hace años, fruto de acuerdos en el ámbito del diálogo social entre gobierno autonómico, patronal y sindicatos de clase, en lo que se llamó plan de empleo, se acordó que parte del empleo local que se financiaba para ayuntamientos y diputaciones tuviera como objetivo la realización de esa limpieza perimetral de las poblaciones, desbrozar, como todos decimos ahora cuando nos hemos vuelto listos de repente. Y así fue o así debió ser durante un tiempo, aunque sin máquinas espectaculares al parecer.

 

            ¿Por qué se detuvieron estas tareas? Pues porque cambió el gobierno, entro en él la ultraderecha y decidió incumplir todo tipo de acuerdo con los comunistas de los sindicatos. Y se dejó de contratar al personal. Así de sencillo. Es decir, se maltrató no a los sindicatos en cuestión, sino a los pueblos, como se hizo así mismo con otra parte de la población a la que esos acuerdos atendían: mujeres, migrantes, jóvenes… gentes sanas que requerían algún tipo de apoyo o asesoramiento laboral. Pero era cosa de rojos. El resultado de esas frivolidades lo hemos padecido en este verano con la catástrofe de los incendios, para cuya prevención se vuelve ahora a la casilla de salida con lo de los anillos.

 

            Bueno es conocer todo este trayecto a la hora del intercambio de anillos, esto es, a la hora del voto, que no deja de ser un matrimonio con riesgo de fracaso. Para los cónyuges y para toda la humanidad.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 21 septiembre 2025

domingo, 14 de septiembre de 2025

Suciedad

            Las calles de la ciudad donde vivo lucen suciedad. Sus barrios la lucen. Porque, no obstante, siempre hay una reserva con mayores cuidados para que adorne el fondo de los selfis que se hacen quienes nos visitan. Se argumenta desde la autoridad competente que no llueve y que por tanto no hay una limpieza natural, llevamos meses sin unos buenos chaparrones. Es un argumento pueril, evidentemente. Lo mismo podría decirse, con esa lógica, de los incendios: la culpa fue de que no llovió. Sobran explicaciones.

 

            Pero no, mi argumento es otro. La ciudad donde vivo es un lugar vanguardista. Su mugre enlaza directamente con la grasa que, de un lado, habita en el lenguaje público y con la sordidez que, de otro, se enseñorea de los usos políticos aquí y allá. Y mucho peor aún: de sus consecuencias. Durante un tiempo estuvo de moda lo basura: vuelos basura, televisión basura, hipotecas basura, pensamiento basura… Hoy la basura lo llena todo. Por eso la ciudad donde vivo está sucia. Porque es una ciudad a la moda, al día, a la altura de las circunstancias. Y sus habitantes, que debemos de ser un tanto guarros para qué nos vamos a engañar, somos felices porque estamos de acuerdo con lo que se lleva, con lo que se predica, con lo que se vende. Me refiero sobre todo a los habitantes de las terrazas y centros de esparcimiento y a los titulares de esos negocios. Esos sí que son auténticos enclaves de progreso astroso.

 

            Dicho esto, es verdad que no nos vendría mal que lloviera, a cántaros a ser posible, como entonaba Pablo Guerrero en tiempos un poco más aseados, para limpiar no sólo esta ciudad desaliñada, sino también el lenguaje grosero, las formas zafias y sus mayores excrecencias: la guerra y la liquidación de los pueblos. Que cayeran chuzos de punta sobre algunas cabezas, no nombraré a ninguna, pero ustedes ya saben, sobre algunas mentes obtusas, sobre los violentos. Quizá la lluvia, que siempre tiene algo de terapéutico, nos pudiese liberar de toda esta inmoralidad insoportable.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 14 septiembre 2025

domingo, 7 de septiembre de 2025

Desarraigo

El desarraigo es, seguramente, una cualidad de esta edad histórica. Es lo contrario a las nociones de cercanía, proximidad, ciudadanía, comunidad… Lo opuesto a vecindad. En nuestro tiempo, al contrario de las ideas anteriores, prevalecen todo tipo de movilidad y desapego alimentados a través de la globalidad, de las migraciones, del turismo desquiciado, de la ubicuidad económica, de la fluidez financiera, de la precariedad laboral, de las deslocalizaciones empresariales… Todo es desarraigo. Incluso un partido de la liga de fútbol española se jugará próximamente en Miami.

 

El desarraigo es también consecuencia del destierro de las personas, cuyos motivos son diversos, aunque en general tienen mucho que ver con lo antes dicho. En numerosos casos, la raíz, el arraigo que perdura, es el recuerdo, el paisaje que fue nuestro en el pasado, las casas de quienes nos precedieron, las fiestas estivales a las que regresamos, las historias que nos contaron, la memoria que todavía permanece. Todo eso es emoción y está bien y es vital, pero la distancia impuesta nos aleja del territorio y de la realidad corriente de esos espacios que se han vuelto remotos. Es decir, perdemos algo así como la carta de vecindad, aquel título que se concedía a quienes eran reconocidos como vecinos. Y de ese modo también nos abandonan derechos y deberes, por más que en ciertas épocas, en los veranos pasajeros de la vida, nos creamos en su pleno ejercicio.

 

            Algo así se ha observado en el drama de los fuegos del pasado mes de agosto. Efectivamente, hubo y hay en ellos abandono, vacío, despoblación, envejecimiento, liquidación de formas de vida, aparte de otros asuntos de gestión en los que no entro. Pero no ignoremos el desarraigo. Lo explica bien el saber popular: uno es de donde pace, no de donde nace. De forma que, si restamos lo emocional, muy importante, qué se puede esperar en estos tiempos de una población obligada a ser errante, urbana y muy poco apegada a ningún suelo. Ni al de nacer ni al de pacer.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 7 septiembre 2025

domingo, 31 de agosto de 2025

Voyage

            No hay duda, es salir a la calle, sentir el calor, subir al coche y escuchar la voz de Desireless entonar Voyage, voyage: “viaje más allá de la noche y el día (…) en el increíble espacio del amor…” Así es, ha sido, este tiempo de verano que tiende a consumirse, este año casi de un modo literal, y esparce sus huellas sobre un mapa afectivo que permanece más allá del calendario.

 

No, no fueron destinos elegidos ninguno de esos nombres que parecen de comunión obligatoria, aunque no tengan por qué serlo, no lo fueron ni las aguas de Conil de la Frontera ni los desiertos de Namibia, tampoco el susurro clásico del teatro de Mérida, ni siquiera un festival de música de los que tanto abundan, ni una casa rural ni un parador ni una bodega donde ofrecen catas de vino. Todo lo contrario, Desireless, ella es así, quiso conducir el vehículo, en el increíble espacio del amor, hacia parajes menos selectos, mucho más humildes, seguramente fuera de toda guía turística porque el viaje siempre queda al margen de los espacios trillados, por más que sea difícil escapar de cuanto nos programan. Nos programamos. En ese plan voyage, voyage nos atardeció suavemente en Valderas o nos dio por sentarnos en el jardín de Borrenes antes de que lo rondara el fuego, nos acercamos una mañana al bar de Izagre o paseamos bajo un sol severo sobre las murallas de Urueña, nos acompañó la poesía en un patio de Gordoncillo o tomamos un café en la sombra de un callejón en Ponferrada, nos permitimos el lujo de saborear un fin de semana en Curueña o nos asomamos al concierto de Swing Combo en la Plaza de Santo Martino. Todo eso fue el verano, todo eso fue el voyage.

 

No sé, tal vez con otra música otro hubiera sido el resultado, su elección suele ser decisiva. Al cabo, son las canciones las que nos llevan allá donde acabamos yendo, su estribillo nos conduce y su melodía nos impulsa. Por eso es importante ser selectos con el cancionero y no abandonarse sin más a las músicas de ambiente cuyo rumbo apenas emociona.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 31 agosto 2025

domingo, 24 de agosto de 2025

Frases

            Vivimos de frases hechas, unas con mayor fortuna que otras, con más fundamento, con más pervivencia temporal. El verano, quizá por ser una estación de obligada ligereza, es una época ideal para este tipo de frases que se repiten alegremente o no, depende de lo que hablemos. Por ejemplo: tráfico denso pero fluido (si se trata de viajes por carretera), la mano del hombre (acerca del origen de los fuegos, tan repetida por Mañueco), en agosto frío al rostro (aunque ya no es verdad) o el nacionalismo se cura viajando (evidente gatillazo a estas alturas de la fiebre turística).

 

            A veces, también leemos en verano para encontrar frases con mayor sustancia que nos alimenten más allá de lo simple. Recomiendo Como el aire que respiramos de Antonio Monegal, un ensayo sobre el sentido de la cultura. Ése es precisamente su subtítulo. Observa el autor la “falta de correlación entre conocimiento y moral” al convenir, con el Holocausto como referencia, que la cultura no consiguió superar a la barbarie. Tampoco lo hace en la actualidad ante otros holocaustos, otros genocidios televisados, otros neo-feudalismos. Siguiendo a George Steiner, como hace en parte Monegal, también nosotros podríamos preguntarnos si tiene algún sentido escribir columnas como ésta, si se pueden escribir otras palabras que no sean Gaza, si las herramientas del conocimiento nos salvan en verdad del desastre. Y destaca el propio Monegal que en la actualidad las únicas utopías parecen proceder de la genética, de la tecnología y de la inteligencia artificial. Eso ocurre.

 

            Aún con todo, es verano y conviene detenerse en frases mucho más esperanzadoras que abundan en ese texto. Sin descubrir cuanto de interés habita en las páginas del libro, añadiremos una mención a la importancia de la cultura, ya sea por sus valores elevados, ya sea por su relevancia social: “involucra a todos los ciudadanos, porque es un bien común de primera necesidad, que forma parte indisoluble de la vida de todos, como el aire que respiramos”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 24 agosto 2025